
Desde luego que un atracador se lo pensaría dos veces...
Uno de los temas recurrentes a la hora de hablar de EEUU es el de las armas, y la “permisividad” de la población americana al respecto. Es una de las cosas que más chocan al europeo de a pie cuando se habla a grandes rasgos de la primera potencia mundial. ¿Cómo puede Estados Unidos permitir que sus ciudadanos vayan armados? ¿Cómo después de las desgracias acontecidas en institutos y colegios, de matanzas a manos de los propios estudiantes con fusiles de asalto, pueden seguir sin ser prohibidas? ¿Es seguro un país donde hay tanta facilidad para matar al vecino? ¿Se puede fundamentar de alguna manera ese irracional amor a ir armado?
Para resolver todas estas cuestiones hay que echar mano de la historia. Estados Unidos no fue ni de broma un país tan extenso como hoy en día lo conocemos. Al principio fueron trece colonias que se rebelaron contra la metrópolis inglesa –afincada en Londres–, por la sencilla razón de que Inglaterra albergaba muchos enemigos y no les dejaban comerciar libremente, además les cobraban unos impuestos abusivos y sin fundamento. Por lo tanto, tenemos trece pequeñas colonias rebeldes situadas al este de un país enorme y salvaje. A medida que pasaban los años y ya se constituyeron –no sin altercados– como un único país, empezaron a surgir movimientos expansionistas hacía al oeste, fomentados por los dirigentes políticos y por el ideal americano de hacer riqueza. Además empezaron las grandes oleadas de inmigrantes europeos en busca de un futuro mejor y por ende aumentó la población. Debido a todas estas razones llegó un momento en que la burocracia del joven estado no llegaba a los sitios fronterizos, nuevas tierras alejadas que si bien hacían crecer el país, impedían que a esas zonas llegara la justicia del estado. Es por ello, que o te tomabas la justicia por tu mano, o no había justicia. He aquí uno de los porqués del tradicional uso de la armas, aparte del evidente uso para defenderse de fieras salvajes y de los indios –estos últimos sucesos apenas eran frecuentes pese a que lo veamos en el cine–.
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