Estamos en agosto y sigue el calor, pero más acentuado. El cocido madrileño está aún más cocido. El calor aprieta y todos los que tienen billetera, familiares con recursos o unos padres generosos huyen de la capital. Bien hecho. Mientras tanto, los que quedamos a bordo, nos aferramos a lo que sea. Véase: un bote frio de coca-cola, un aire acondicionado, o una piscina caldeada. El verano no es para estar en Madrid. El verano es para invadir las costas alicantinas por ejemplo. O para irse a territorios gallegos que todavía duermen arropados, o incluso para irse al sur a comerse unas buenas tapitas de pescaitos y piropear morenas guapas.
Lo que más gracia me hace de todo, es que hasta incluso los mendigos que tan frecuentemente piden por las calles del centro de Madrid, han desaparecido. En esta España cañí también ellos se van de vacaciones. Y es que como en todos lados, hay mucho hijo de puta que empaña el oficio. Y los mendigos que son de verdad quedan como Cagancho en Almagro… Y ahora al igual que en el funcionariado y en todos los demás trabajos, hay un overbooking por la crisis. Porque para muchos el pedir es un oficio. Cada uno se busca la vida como puede oiga…
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