
Hombre acostado en la calle.
El día 1 de julio, a las 13.05 hs. Había un hombre de aproximadamente cincuenta años acostado en la calzada de Copacabana. Yo pasé por su lado, lancé una rápida mirada y continué mi camino en dirección a una barraca donde siempre acostumbro a beber agua de coco.
Como carioca, ya pasé centenares o miles de veces al lado de hombres, mujeres o niños echados en el suelo. Como viajero habitual, ya vi la misma escena en prácticamente todos los países que visité, desde la Suecia hasta Rumania. He visto a personas acostadas en el suelo en todas las estaciones del año: en el invierno cortante de Madrid, Nueva York o París, donde se instalan cerca del aire caliente que sale de las estaciones de metro. En el sol ardiente del Líbano, entre los edificios destruidos por años de guerra. Las personas acostadas en el suelo – borrachas, desabrigadas, cansadas – no constituyen novedad en la vida de nadie.
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