Somos dos, nos es suficiente. Dos jóvenes llenos de sueños y esperanzas no depositadas en conseguir grandes metas, ni fama, ni pasar a la posteridad. Están depositadas en nuestra auto superación, en la implacable necesidad del hombre de vivir aventuras, de no saber qué será de nosotros mañana y maldito lo que nos importa si podemos vivir hoy. Somos dos jóvenes que no quieren ir a un hotel de cuatro o tres estrellas, dónde todo sea previsible. No queremos viajar en veloces aviones en los cuales los viajes parecen menos viajes, ni que el seguro de la unión europea cubra nuestra salud a todo riesgo. No queremos comer todos los días caliente, ni tener agua tibia. No queremos viajar a otra ciudad europea, igual o muy parecida a la que vivimos. Al fin y al cabo todas las ciudades acaban asemejándose.
Estamos hartos de llevar caras maletas, llenas de cosas inútiles. De pasar controles de aduanas, de ir a los lugares turísticos aparecidos en las guías de mala muerte.
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